Sobre el escenario, una veintena de acróbatas, bailarines y cantantes. Casi un kilómetro de tela para diseñar los trajes. Más de 220 farolillos y 63 pinos de cuatro metros pintados a mano... Ocholeguas.com se ha colado tras las bambalinas de El bosque encantado, el nuevo espectáculo de Disneyland París, que homenajea a cinco películas de la compañía inspiradas en la naturaleza como Pocahontas, El rey de la selva o Tarzán. Un musical al más puro estilo Broadway.
Para hacerse una idea, 296 personas han participado en las audiciones realizadas en París y Londres para elegir a acróbatas, bailarines y cantantes. El director musical, Vasile Sirli, explica en el estudio de grabación del parque, qué es lo que buscaban: «Disney siempre ha trabajado con el mejor material,pero nuestro reto era conseguir algo nuevo con las canciones que ya todo el mundo conoce al más puro estilo de los musicales de Broadway». El propio Phil Collins, responsable de You'll be in my heart, de la banda sonora de Tarzán, lo ha resumido así: «Es algo espectacular: es mi música, pero no es mi música».
Solo una de las canciones del show (la que lo da título), a caballo entre el swing y el jazz, es original. Para hacerla realidad, se contó con el compositor estadounidense Gordon Goodwin, creador de la banda sonora de Anmargeddon, Con Air o Los increíbles (con esta última ganó un Grammy al mejor arreglo). El resto de piezas forma parte de las cinco películas de Disney a las que se pretende homenajear. Para adaptarlas al nuevo guión, Sirli tuvo que trabajar a contrarreloj con una orquesta compuesta por 40 músicos. La música se grabó en los Capitol Studios de Hollywood, por donde han pasado intérpretes como Frank Sinatra, Nat King Cole o The Beach Boys.
Eso sí, todos los temas se cantan en directo en el teatro Chaparral, que ha acogido ensayos diarios durante el último mes. Una de las escenas más entrañables es la de los 228 farolillos que acompañan a Rapunzel (ver foto 11 del álbum), cuya torre mide 2,80 metros. Vale la pena echar un vistazo también a los abanicos del número de El libro de la selva, confeccionados con hojas de plataneros auténticas. Y a los 63 monumentales pinos de cuatro metros de altura pintados a mano del decorado, a los juegos de luces y sombras... En definitiva, un cuento encantado en el que perderse, aunque sólo sea durante veinte minutos.
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